

Sin embargo hasta el año 1879 la capital continuó sin contar con un proyecto de esta envergadura. Fue la Reina Mercedes la que hizo la compra de un solar junto a la Plaza de la Armería. No sería hasta 1883 que el rey Alfonso XII pondría la primera piedra en lo que hoy conocemos como la catedral de La Almudena.
Durante la década siguiente, hasta 1993 con la consagración del Papa Juan Pablo II hubo diferentes interrupciones. En unos inicios el arquitecto Francisco de Cubas planteó la construcción de una iglesia al estilo neogótico sobre una cripta romana.
Estilos arquitectónicos de la Catedral de la Almudena
La cripta sí llegó a construirse aunque no se culminó hasta 1944 cuando el proyecto se sometió a un Concurso Nacional para la continuación de dicha catedral. Los ganadores fueron Fernando Chueca Goitia y Carlos Sidro. El resultado fue la implementación de un estilo neoclásico más acorde con la estética que presenta el Palacio Real.


La última modificación que sufrió esta catedral fue la inclusión de unas pinturas de tipo neobizantino de la mano de Kiko Argüello. Estas piezas representan los momentos más importantes de la vida de Jesucristo y van desde La segunda Venida, la Crucifixión, la Resurrección, el Pentecostés, la Entrada en Jerusalén y la Dormición de María.
El resultado es un templo con un exterior bañado por la estética neoclásica bastante austero que sin embargo cuenta con un interior erigido al estilo neogótico. Cuenta con tres naves y capillas de 99 metros de longitud junto un crucero de 66 metros.
Con la Catedral de la Almudena nos encontramos ante un emblema de la capital con una estética medieval y una historia llena de restricciones en su edificación. Por todo ello su peculiaridad es mayor y esconde un elevado mérito como monumento urbano.