La leyenda de la calle del Pozo se sitúa en la Guerra de Sucesión. Estamos en las inmediaciones de la Puerta del Sol, en el corazón de la capital. Allí esta la iglesia de Nuestra Señora de la Victoria, un templo en el que se guardaban dos espinas de la corona de Cristo, entre otras muchas reliquias de valor.
El medio de la Guerra, un nutrido grupo de soldados se adentró en la iglesia y se hizo con todo lo que encontró en su interior: cuadros, objetos de valor, oro, joyas, … y las espinas de Cristo. Estas no les importaban, puesto que los soldados pensaron que apenas tenían valor material, ya que sólo les interesaba el dinero y el valor de cambio de los objetos robados.
Las espinas las lanzaron a un pozo cercano a la iglesia, un pozo que estaba en la casa de un hombre llamado Francisco de Varte.
La leyenda cuenta que con la llegada al poder de Felipe V, los vecinos de la zona empezaron a notar que el agua del pozo era dulce y buena, cuando antes era oscura, amarga y apenas podía beberse. Nadie sabía por qué había cambiado el sabor del agua del pozo. Algunos enfermos que bebieron del agua del pozo se curaron.
Podéis imaginaros el revuelo que se formó en toda la ciudad. Todos acudían al pozo a beber agua, con sus tazas y cántaros, con la esperanza de curarse de algunos males.
En una de esas ocasiones, una mujer encontró flotando algo en el cubo de agua que sacó del pozo. Para su asombro, pudo comprobar que se trataba de las espinas de la corona de Cristo, que por fin aparecían.
Guardaron el preciado tesoro en una pequeña urna de cristal y la leyenda cuenta que este lugar se llamó calle del Pozo, en honor a este suceso.
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