

Hace muchos años, cuando no había luz en las calles, no existía el asfalto, el suelo estaba embarrado, no había carreteras y la gente vivía en un pequeño umbral de pobreza.
En la zona del barrio de Las Musas, vivía un cazador que tenía un carácter muy fiero y no contaba con muchos amigos, todos le rehuían. En su casa guardaba trofeos de caza, como cabezas de jabalí, fuertes colmillos, cabezas de ciervo y otros muchos. Pero destaca el lobo disecado que tenía en la puerta de su humilde casa, una casa pobre y muy sencilla.
Los niños pasaban por la casa con cuidado y mirando de reojo por la ventana, para asombrarse de las partes de animales que había en el interior. Más de una vez salía el cazador ahuyentando a los pequeños.
Una mañana, al no ver al cazador los niños se preguntaban cómo había disecado el lobo de la puerta, que ese día no estaba, ya que el cazador lo guardaba cuando no estaba en casa. Los críos decidieron, al día siguiente, saber de qué estaba relleno el lobo. Aprovecharon que le cazador había salido a casa del vecino, y fueron a por el lobo. Le pincharon 4 ó 5 veces y empezó a salir una mezcla de serrín y paja, ante la diversión de los niños.
El cazador llegó en ese momento y los zagales se quedaron pasmados de miedo. Todos salieron corriendo pero el cazador cogió al que había pinchado a su lobo, clavándole un gran cuchillo en el pecho.
La madre del niño llegó y vio a su hijo a punto de morir. Lo llevó a la Virgen de las Maravillas, que obró el milagro de devolverle la vida al zagal.
La leyenda cuenta que este sitio se llamó calle del lobo en honor a este suceso. Esta calle, hoy recibe el nombre de Echegaray.